“BUSCO UN LUGAR BAJO EL SOL DE LOS NOVELISTAS”

07/06/2012 - 12:00 am


Siempre quiso estudiar Letras, pero en sus tiempos no existía la carrera de Literatura y por eso optó por la filosofía, una materia que le ha dado muchas satisfacciones aunque no pudo con ella apagar la sed y el ansia por contar historias.

Ahora que el español Fernando Savater (San Sebastián, 1947) se ha jubilado, despunta el vicio narrativo con novelas como Los invitados de la princesa, que obtuviera el pasado febrero el Premio Primavera y que entre citas y referencias librescas, propias de un hombre erudito como el gran filósofo vasco, da cuenta de los mundos secretos que rodean al joven periodista Xavi Mendia.

Enviado especial de la publicación Mundo Vasco, el escriba se queda varado en un congreso de autores regido por la misteriosa Princesa.

En la isla de Santa Clara no hay, como se había anunciado, un Festín de la Cultura. A cambio, un volcán arroja una nube de cenizas imposible, como en las historias de Agatha Christie aparece un muerto y por no faltar sobrevuelan vampiros entre un rancio y profundo olor a cabras.

Imaginación no le falta al autor de  más de 50 obras de ensayo político, literario y filosófico, narraciones y obras de teatro.

Con La tarea del héroe ganó el Premio Nacional de Ensayo, con El jardín de las dudas fue finalista del Premio Planeta y con La hermandad de la buena suerte ganó el Planeta. Con Los invitados de la princesa, se divierte como un loco y escribe lo que se le da la gana.

Leyendo su novela recordé que hace unos ocho o nueve años, el escritor argentino, César Aira se quedó varado justamente en una isla de Venezuela, en un congreso.
–A mí me pasó un poco lo que cuento ahí del volcán, porque ya sabes que hace un par de años hubo una erupción de un volcán en Islandia y la ceniza dejó sin tráfico aéreo a toda Europa durante quince días. Yo estaba, precisamente, en una ciudad pequeña de Italia, en Ivrea, en un congreso de literatura, total que nos quedamos allí, no había tren, no había avión, de modo que me dio un poco la idea, pero que sea en una isla, incluso es más oportuno (risas).

Más de un escritor se sentirá identificado con esa ironía y ese humor con el que pinta las desventuras de los escritores en los congresos, ¿verdad?
–Sí, porque que todos los congresos, incluso cuando no hay volcán ni nada por el estilo, todos son como una especie de mundo aparte con su narcisismo, rencillas, más o menos enfrentamientos; bueno, he metido muchos elementos porque he ido a muchos congresos.

¿Le gusta ir?
–He ido a muchos ya. A veces no hay más remedio que ir, la verdad, hace tiempo que prefiero abstenerme.

CRÍTICA DE LA CABRA PURA

La gran Cabra Cósmica es la muerte, que todo se lo traga y todo lo disuelve. La muerte es la gran cabra y morirse es la mayor cabronada. De modo que estoy   perdiendo el tiempo con tanto estoicismo o epicureísmo, con tanta eutanasia. ¡A la mierda! Lo que tengo que escribir es La crítica de la cabra pura, ni más ni menos. ¿El problema? El de siempre: no sé si me atreveré. Y menos aquí, tan… tan cerca…

Se ha empeñado usted mucho en hacernos sentir el olor de las cabras
–Es que las cabras tienen un olor muy penetrante, las cabras son muy fragantes.

Hay también una mirada irónica y tierna sobre el universo vasco, no sólo porque este cronista escribe en la revista Mundo Vasco, hay toda una pintura de ciertas costumbres, cómo comen los vascos, cómo beben…
–He intentado hacer un poco que mi personaje sea más o menos convencional, con unos atributos distintos de los que suelen tener los vascos, para que se vea que hay vascos de todo tipo.

Lo que parece ser a primera vista después de leer la novela es que usted se ha divertido mucho al escribirla
–Normalmente empiezo con mucho entusiasmo los libros, pero luego a los tres o cuatro meses ya me voy cansando y voy apresurando el proceso de redacción. Éste, en cambio, me demoró un par de años, no escribiendo continuamente, pero en fin, lo mantuve porque, efectivamente, me divertía.


Los críticos se han dedicado bastante en discernir si es usted mejor prosista o al revés, ¿es para usted una pregunta?
–Hay cosas que te salen mejor y otras peor. Creo que si uno sabe escribir, pues, sabe escribir; es verdad que hay géneros, un artículo de periódico que he escrito tantos miles en mi vida, lo escribo sin ningún nerviosismo, en cambio, cuando es una novela, que es un género que he practicado mucho menos, siempre lo hago con un poco más de inquietud, de preocupación, porque no me siento tan seguro, pero creo que es cuestión de cada uno, de cómo gestiona uno su propio trabajo.

¿Qué le otorga la narrativa, la novelística que no le permite el ensayo, Fernando?
–Libertad, una forma de libertad. Un ensayo tiene subtemas, opiniones, un apego a la verdad; creo que la filosofía es una búsqueda de la verdad o de lo razonable en cada caso, entonces, estás un poco forzado, no puedes poner lo que te dé la gana, tienes que seguir un camino, una argumentación razonable, tienes que aportar editografía, estudiar obra de muchos autores que hayan tratado el mismo asunto que tú, estás bastante condicionado y estás bastante sometido. Una novela te deja mucha más libertad, los personajes entran, salen, ríen o lloran según tú quieres, no tienes ninguna necesidad de explicárselo a nadie.

De todas maneras uno es quién es y en su novela hay bastante cita filosófica y uno aprende mucho, una de las cosas que han destacado los críticos es precisamente el caudal de conocimiento que posee.
–Me considero casi más lector que escritor, creo que soy un buen lector, he leído buenas cosas y sé discernir bastante bien lo que es bueno y malo de todo lo que leo. Es lógico que si una persona que ha viajado mucho por la selva africana, por ejemplo, cuando escriba hablará de monos y de leones, pues yo de la misma manera como he viajado mucho por los libros, mis personajes inevitablemente mencionan libros, porque los conozco y porque muchas veces cuando estoy escribiendo me acuerdo de algo que tiene que ver.

Lo que es cierto es que se lo ha puesto difícil a las librerías porque es una novela antigenérica, es una novela de vampiros, de cabras…
–(risas) Pues cada día de la semana tiene una historia que entra en un género diferente, el género fantástico, el policíaco, el de vampiros; efectivamente, son géneros que me gustan mucho junto con la novela popular y la novela de género.

Una estructura, por cierto, bastante compleja para ser un narrador modesto como dice
–Es una estructura compleja, pero que sigue una pauta tradicional, por eso en la dedicatoria menciono a Boccaccio, Decamerón, Los cuentos de Canterbury, de Chaucer. Se trata de las obras canónicas, clásicas, que presentan a un grupo de personajes que no se conocían, que se ven obligados a convivir por alguna razón exterior y que se cuentan historias, es una forma clásica y la he utilizado a mi favor.

A su modo es una novela de viaje, el protagonista de hecho hace una apología del viaje.
–Él  es un entusiasta del viaje, aunque en esta novela los viajes sean imaginarios no son lugares de los que están en el mapa, pero sí efectivamente, es un entusiasta de los viajes.

–Muchas cosas son imaginarias, entre ellas la voluntad de la escritura que en algunos personajes se le muestra esquiva, ¿es un fantasma que lo ha perseguido a lo largo de su carrera el no poder escribir?
–Cuando era joven y fui a estudiar en la universidad de Letras a mí lo que me gustaba era la literatura, en aquella época jurásica no existía la carrera de Literatura; había filosofía y por eso la elegí. La filosofía me ha gustado, me ha dado muchas satisfacciones, me ha despertado intereses y me ha mantenido despierto durante muchos años, pero siempre ha habido ahí en el fondo el deseo de ser literato, ahora jubilado y fuera de lo académico, he decidido darme el gusto de hacer esos libros que no había hecho anteriormente.

Lo que pasa es que plantea la angustia de la página en blanco en el personaje que escribe el diario y uno no deja de sentir también esa angustia
–Creo que es el fantasma que persigue a todos los escritores, esa idea de que ahora me pongo a escribir y no se me ocurre nada y como no se me ocurre nada, me pongo más nervioso y todavía se me ocurre menos. Cuando uno más relajado está o está más nervioso es más difícil que se le ocurra algo útil.

–Disfruté mucho esas páginas del diario cuando dice “hoy no fue un día productivo, intentaré mañana”, lo trata usted con bastante humor aunque resulte trágico.
–Es una cosa que por una parte el que está afuera se puede reír, pero cuando te está pasando a ti…

¿Ha viajado y escrito todo lo que ha querido o lo que ha podido?
–Este es un libro que tiene su proceso complejo, son historias muy diferentes, muchos mundos distintos, Afortunadamente, mientras haya imaginación hay posibilidades infinitas, espero que no se me hayan gastado las ideas.

En ese sentido, ¿valora más las ideas o las historias?
–En este caso las historias, creo que las historias de alguna forma esbozan o encierran alguna idea, si estoy escribiendo ficción estoy escribiendo historias, pero no están desligadas del todo de las ideas.

Es interesante que la novela haya ganado el Primavera, un premio que usted debe de tenerle cierto cariño, ¿verdad?
–Bueno, primero porque el nombre es bonito y luego porque estoy tratando de encontrar un lugar bajo el sol como novelista. Un libro mío de ensayo por lo menos despierta un interés, a esta altura; pero una novela, todavía hay gente que no se adhiere a la idea de que también puedo escribir novelas, entonces el premio hace más visible al libro, hace que llegue a los lectores que quizás no son mis lectores habituales y eso es algo que valoro bastante.

¿Qué le ha pasado en el encuentro con los lectores a propósito de la novela?
–La mayoría de la gente dice que se ha divertido, que se ha reído, que le ha gustado. Tengo mi pequeño test, porque a cada persona le ha gustado más un cuento que el otro, pero normalmente nunca termina un cuento, me sirve un poco para calificar. Según le guste un cuento u otro eso me ilustra de cómo es la persona.


No quisiera terminar la nota sin que usted nos dijera unas palabras sobre la reciente desaparición de Carlos Fuentes.
–Para mí, primero fue un golpe doloroso. Una radio mexicana me llamó y me preguntó por él y empecé a hablar de él sin saber que había muerto y me contaron la noticia al aire. He tenido la suerte de tratarlo personalmente, le tenía gran admiración y aprecio como tantísimos otros y compartíamos un gusto más o menos secreto que eran las novelas policíacas de un autor muy poco conocido de comienzos del siglo pasado, Freeman Wills Crofts. Se trataba de un novelista de corte clásico, tradicional y una vez un periódico publicó que me gustaban mucho sus novelas que nadie conocía. Entonces, me tomó por sorpresa una carta de Carlos diciéndome que a él también le gustaba mucho y me mandó un par de novelas que él había leído del autor. Compartíamos esa pasión secreta.

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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